viernes, 18 de julio de 2014

Tecnología: Fetichistas y apocalípticos

Por Anibal Hardy(*)
“Idolatría y miedo son dos actitudes frecuentes en nuestra época frente al avance tecnológico. Ambas surgen de prejuicios antagónicos ante el espectacular progreso científico y sus infinitas aplicaciones.” Rogelio Frigerio- (Ciencia,Tecnología y Futuro- 1990)
Para algunos, ese progreso acelerado es una suerte de pretexto a fin de plantearse los desafíos concretos que es necesario asumir con el objeto de que, efectivamente, el extraordinario avance del conocimiento y su aplicación material se traduzcan en una elevación de nivel cultural y social del conjunto del genero humano. Esos desafíos son, ante todo, de naturaleza política. Personalmente, como desarrollista, que llevo el ADN del desarrollo en la sangre, creo que conciernen a las naciones tomarla para incorporarse a la corriente de desarrollo, afincada justamente en los países altamente industrializados, y por ende desarrollados.
Por otra parte, como contrapartida de esta actitud, esta la posición de quienes niegan el avance tecnológico como instrumento de liberación humana. El temor de que la tecnología deshumanice la cultura es una de las más frecuentes mistificaciones contemporáneas. También surgen oscuras advertencias sobre las amenazas que genera el dominio creciente de la naturaleza tanto para la vida misma como para los valores y principios morales.
Fetichistas unos, apocalípticos otros, quienes adoptan dichas posiciones frente a este rasgo característico de la civilización contemporánea tienen en común, seguramente la ignorancia respecto de que es y, sobre todo, como se engendra el proceso tecnológico que en nuestros días adquiere una velocidad inusitada.
Es cierto que la ciencia no vendrá a socorrernos, si nosotros no tomamos las determinaciones que hagan necesaria su presencia y aplicación generalizada. Acceder a la condición de país desarrollado es, asimismo, la única forma de resolver los desafíos que nos plantea hoy el medio en que vivimos.
La actiud apocalítica es, por contraste, una nueva forma de irracionalidad, paradójicamente surgida y difundida, desde ambientes presuntamente formados y cultos.
La ciencia y la tecnología son extraordinarias herramientas de las que dispone la humanidad. Su empleo y despliegue aplicados en gran escala no son, por supuesto inocuos. Acarrea agravios al, medio ambiente y modificaciones profundas del medio natural que plantean nuevos desafíos. Piénsese en los daños que supone la contaminación del agua y del aire, producidos por deshechos químicos, residuos de plomo, lluvia acida, etc, los problemas que plantea el manejo y depósitos radiactivos de la centrales nucleares, la desertización y pérdida de la caspa fértil por el uso de agroquímicos, etc. Estos ejemplos tomados entre los más conocidos, son problemas reales de distintos países, según sea su grado de desenvolvimiento industrial, a los que deben sumarse los específicos del subdesarrollo, como poblaciones sumergidas, los asentamientos en bolsones urbanos carentes de servicios, el desempleo, la degradación sanitaria y educacional, el hacinamiento.
En todos estos casos hay una respuesta política que incluye, para ser eficaz, el uso de mejores y mas modernas tecnologías en el contexto de una planificación del desarrollo que estipula decisivamente su incorporación.
En Formosa y en el mundo de nuestros días no hay posibilidades de permanecer al margen de las corrientes dominantes en materia de tecnología y económica, so pena de acentuar el retroceso relativo que caracteriza al subdesarrollo, cuyas consecuencias negativas se harán sentir cada vez más. Solo a partir de una concepción teórica capaz de determinar con precisión los obstáculos estructurales al desarrollo, y diseñar el programa apto para modificarlos, es posible aplicar la voluntad política necesaria para lograr ese cambio substancial. La respuesta es, invariablemente, el desarrollo.
(*) Abogado - Desde Formosa
ENVIADO POR SU AUTOR

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