viernes, 1 de agosto de 2014

No es Quién, Sino Cómo

¿Quién debe gobernar? La pregunta llama a la respuesta automática: los mejores. Incluso resolviendo la vaguedad de qué significa “los mejores”, la respuesta está incompleta. No puede ser eso la solución de todo asunto político.
No resuelve la paradoja de malos gobernantes que producen buenos resultados y buenos gobernantes que producen malos resultados.
La idea de Karl Popper contiene una mejor respuesta, la que comienza no con eso de quién debe gobernar, sino con otra pregunta que lleva por mejores caminos.
La idea fue encontrada en la obra de Popper, Karl Raimund, The Open Society And Its Enemies, London, Routledge & K. Paul (1966), volumen 1, The spell of Plato, capítulo 7 The principle of leadership, pp. 120-125.
El primer punto es quitarse de la cabeza a Platón, el que planteó esa pregunta de quién debe gobernar. Pensar así confunde el tema. Lleva a la respuesta obvia.
Solamente hay una respuesta posible: deben gobernar los mejores, los más sabios, los que mejor puedan hacerlo. Otros la han respondido a su estilo: debe gobernar la raza más pura, el pueblo, los trabajadores; o cualquier otra sugerencia dependiendo de las ideas propias.
Incluso sabiendo esa respuesta, la realidad muestra que no siempre es así. No siempre llegan al poder los mejores, ni los más sabios. Demasiadas veces es lo opuesto. El poder es ocupado por los malos, los peores, los viciosos y corruptos.
Esta eventualidad, la del gobernante malo, abre la puerta para ver el tema desde otra perspectiva: preguntar qué debe hacerse para estar preparado y enfrentar la eventualidad de un mal gobernante.
Esto es cambiar la pregunta de quién debe gobernar, para entender a la política de forma que pueda responderse otra pregunta muy diferente. ¿Cómo deben estar organizadas las instituciones gubernamentales para resolver el problema de gobernantes malos o incompetentes y que ellos causen el menor daño posible a sus gobernados?
Solucionar el problema político creyendo que se trata de la selección de los mejores, no resuelve la realidad inevitable de que lleguen los peores. La solución, en cambio, es cómo se gobierna de manera que se minimice el daño que puedan causa los malos gobernantes.
No es quién debe gobernar, sino cómo debe gobernarse.
Segundo, una idea implícita entre quienes piensan en responder a quien debe gobernar y responden diciendo, el pueblo, los sabios, la voluntad general, o lo que sea. Presuponen que la autoridad no tiene límites, que todo se resuelve gobernando según la voluntad sin obstáculos de los elegidos.
Es la hipótesis de creer que el poder es ilimitado y carece de frenos, que no tiene elementos que lo controlen. Quien propone que deben gobernar los proletarios, por ejemplo, siempre presupone que ese poder es inacabable. El que gobierna debe hacer lo que desee y nada más hay qué decir sobre el tema.
La hipótesis del poder sin fin no es realista. Por mucho poder que tenga un gran tirano, él depende de su policía, de sus compinches y verdugos. Tiene que hacer concesiones entre grupos aliados y alejados. No existen casos de soberanía ilimitada, de poder soberano absoluto, de una sola persona en el poder.
En realidad, pensar en términos de lo anterior, los de la soberanía o poder libre del gobernante, sin darse mucha cuenta de ello, evita ver otro aspecto central de la política: “el control institucional de los gobernantes” para equilibrar los diferentes poderes.
Popper afirma sentirse inclinado a pensar que los gobernantes en rara ocasión han sido personas por encima del promedio, ni moral ni intelectualmente, y con frecuencia han estado por debajo del promedio.
A lo anterior añade que cree razonable, en la política, prepararse para el peor gobernante, al mismo tiempo que intentar buscar el mejor. Pero lo que es cierto es que es una locura basar todos los esfuerzos políticos en la vana esperanza de lograr la selección de líderes que gobiernen con excelencia.
La objeción anterior no es suficiente para probar las ventajas de centrar la atención en el cómo debe gobernarse, en ese control institucional de los poderes.
Podría ser que al seleccionar a los mejores como gobernantes, ellos gobernaran de acuerdo a la voluntad de la mayoría, resultado realmente buenos gobernantes. Al menos en teoría pura cabe la posibilidad de que en efecto se logre la selección de los mejores hombres para gobernar y que también ellos gobiernen a la perfección.
Esto lleva a otra faceta del asunto: Popper reconoce dos tipos de gobierno.
Uno es aquél que puede ser cambiado sin medios violentos, por ejemplo, por medio de elecciones que elijan a nuevos gobernantes y los ciudadanos sigan viviendo normalmente. Esto es democracia.
Otro es el tipo de gobierno que no puede ser cambiado excepto por medios violentos, como una revolución. Esto es tiranía.
De allí, propone como principio general democrático central no a la voluntad de la mayoría, como podría pensarse. Propone crear, desarrollar y proteger organismos gubernamentales destinados a evitar gobiernos totalitarios o dictatoriales.
Esto es una especie de seguro contra el riesgo de tener gobernantes malos.
Es obvio, dice, que esas instituciones gubernamentales y sus decisiones no serán siempre las mejores y que incluso algunas de esas decisiones pueden ser mejor tomadas por un dictador.
La convicción democrática parte de la aceptación de que los males de la democracia son mejores que las bondades de la dictadura, porque esos males pueden remediarse sin violencia.
Siguiendo el razonamiento de Popper, se llega a una conclusión clara y que puede sorprender a muchos: la democracia no es el gobierno de la voluntad de la mayoría.
La democracia es una forma de gobierno en la que existen poderes balanceados y métodos de control, como la celebración de elecciones y la representación de los ciudadanos en instituciones gubernamentales.
La democracia es una forma de gobierno en la que existen poderes balanceados y métodos de control que limitan el poder del gobernante. La democracia, por tanto, es en su fondo un seguro contra la posibilidad en extremo real de tener gobernantes malos.
La democracia define el cómo se gobierna, con limitaciones institucionales al poder del gobernante.
Más aún, esa conclusión implica aceptar que el voto democrático no es expresión de lo bueno, ni de lo correcto.
La voluntad de la mayoría puede estar equivocada, la selección del gobernante puede ser la inadecuada, pero siempre habrá la posibilidad de cambiar esa decisión y de elegir otros gobernantes.
Todo sin violencia, gracias a que el gobierno está organizado alrededor de la idea de combatir la tiranía, es decir, evitar el poder sin límites ni controles.
Así se encuentra en Popper una idea que explica la paradoja de gobiernos encabezados por personas de excelente preparación y de loables intenciones que terminan por conducir a la sociedad que gobiernan a problemas y situaciones críticas. La sociedad que los llevó al poder puso su atención en el quién, no en el cómo.
En lugar de querer solamente llevar al poder a los mejores, debería primero tener un gobierno de poderes balanceados y posteriormente intentar seleccionar a los mejores posibles gobernantes.
El error de esa sociedad fue uno de previsión, no pensó en la probabilidad de que sus gobernantes fueran en la realidad menos buenos de lo que se pensaba, ni en que sus intenciones no fueran tan loables como parecían.
El error está en no prepararnos para la eventualidad de gobernantes malos, porque sólo estamos preocupados por seleccionar a los gobernantes buenos.
FUENTE: Publicado por Contrapeso.info - http://contrapeso.info/2014/no-es-quien-sino-como/

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