sábado, 15 de noviembre de 2014

Crecimiento, convergencia y singularidad

Por Javier Gerardo Milei*

Aceleración del crecimiento
Durante los últimos 2 mil años, la tasa de crecimiento del producto bruto interno per cápita fue una tasa promedio compuesta del 0,13% anual, lo cual implicó multiplicar el nivel de riqueza 12,9 veces. Sin embargo, este proceso de crecimiento no fue uniforme. Separando la evolución del PBI per cápita entre el período que va desde el año 1 al 1.800 y los restantes 200 años, podemos observar que la tasa de crecimiento se multiplicó 55 veces pasando del 0,02% al 1,1%.
A la vez, mientras el nivel de riqueza durante el primer período creció 40,8%, en el segundo creció 817,7%. Puesto en otros términos, en los últimos 200 años el producto per cápita se multiplicó 9,18 veces, y su crecimiento para el siglo XIX fue del 92% (0,65% anual) mientras que en el siglo XX se ubicó en el 378,1% (1,58% anual). Y en la segunda mitad del siglo XX, la economía mundial creció a un ritmo del 2,1%, mientras que en el presente siglo la tasa trepó al 3% (lo cual asciende al 4% si se considera la subestimación del progreso técnico en las cuentas nacionales).
Puesto en otros términos, la cantidad de tiempo necesario para duplicar la renta cayó de 3.649 años en el primer período a 63 en el segundo. Es más, si se toman los datos de la última mitad del siglo XX, la cantidad de años para que un individuo duplique su ingreso cayó a 33, mientras que para lo que va del presente siglo el número se ubica en 23 años.
Cronológicamente, el primer país en lograr duplicar su producto per cápita fue el Reino Unido, que tardó 58 años (1780-1838), al que siguieron Estados Unidos con 47 (1839-1886), Japón con 34 (1885-1919), Italia con 21 (1890-1911), España con 18 (1950-1968), Corea del Sur con 9 (1978-1987) y China con 7 (1987-1994). Es más, durante la segunda mitad del siglo XX, no sólo se ha acelerado la tasa de crecimiento, sino que se ha mantenido por largos períodos de tiempo.
Por ejemplo, tomado un piso de crecimiento del 7% per cápita, Botswana multiplicó su producto 18 veces en 45 años; China lo hizo 13 veces en 44 años, Corea del Sur y Singapur lo hicieron 12 veces en 41 y 33 años respectivamente. Japón y Taiwán multiplicaron sus ingresos 11 veces en 33 y 37 años, Hong Kong lo multiplicó por 10 en 37 años, Omán y Malta lo hicieron por 9 en 39 y 31 años, Malasia por 6 en 30 años e Indonesia por 5 en 31 años.
La convergencia
Si bien este crecimiento no ha sido uniforme en las distintas zonas del mundo, dando lugar a una clara separación entre desarrollados y no, en los últimos sesenta años se aprecia una reversión de la tendencia. Previamente a la Revolución Industrial, el hoy llamado mundo desarrollado era dueño del 26% de la renta mundial, número que luego del hito productivo comenzó a crecer hasta alcanzar un máximo del 60%, a inicios de la década de los 50. Ese número hoy ha descendido al 45%, mientras que el coeficiente de Gini cayó desde 0,7 a 0,6. Esto es, hay convergencia.
Para tener una idea de lo que la convergencia, junto a la aceleración de la tasa de crecimiento, significa, asumamos que la misma tuviera lugar durante el siglo XXI. Suponiendo que la economía americana creciera al 2,5% anual, la convergencia implicaría que el resto de los países debería crecer a una tasa del 4,36% anual, por lo que el ingreso per cápita mundial crecería a un ritmo del 4,18% anual.
De confirmarse esta hipótesis, el nivel de riqueza por habitante de la Tierra se multiplicaría 60,04 veces. Así, en un siglo habremos crecido 4,65 veces más que lo hecho en veinte siglos, lo cual no sólo resulta difícil de imaginar, sino que implicaría ingresar a una singularidad en economía, donde dejaría de ser la ciencia de la administración de la escasez para convertirse en la ciencia del estudio de la acción humana frente a una abundancia radical.
Construyendo el sendero
Frente a tamaña promesa de bienestar, uno debería preguntarse: ¿cuáles son los elementos que caracterizan los casos exitosos? Así, en el intento de ofrecer una respuesta muy sintética, a continuación se describe una serie de hechos estilizados sobre el crecimiento.
En primer lugar, debemos destacar la importancia de los mercados libres y de los incentivos. El crecimiento requiere el uso de mercados que generen las señales de precios, procurando así el sistema de incentivos correctos que guíen la asignación de recursos. Al mismo tiempo, estimular el proceso de competencia genera incentivos dinámicos muy poderosos para reducir los costos y mejorar la calidad de los productos.
Por otra parte, dado que este proceso de competencia y cambio donde entran y salen empresas modificando la estructura económica implica ajustes en el mercado laboral, es en este punto donde la formación en capital humano (mayor productividad y una rápida adaptación al cambio) y la flexibilidad en el mercado laboral juegan un rol fundamental para minimizar los costos de la transición. Al mismo tiempo, durante dicha transición, resulta ineludible dar contención a los perjudicados con el cambio, brindando así sostenibilidad social a la reforma.
En tercer lugar, altos niveles de ahorro e inversión han jugado un rol crucial en todos los casos de fuerte crecimiento. La importancia del ahorro radica en brindar financiamiento para la inversión. En cuanto a la inversión, ella es el mecanismo que hace realidad las ganancias de productividad derivadas de la innovación tecnológica, cuya contracara es el respeto por los derechos de propiedad.
En cuarto lugar, existe un rol por parte del sector público en la provisión de bienes públicos como son la inversión en cierto tipo de infraestructura. La experiencia de los países que han crecido durante varios años a tasas elevadas muestra niveles de inversión pública en este ítem en torno al 6% del PBI, en especial donde existen fuertes economías de escala.
Por último, el diseño de la política económica, si bien hace al manejo de corto plazo, resulta de extremada importancia. Así, economías con baja inflación crecen 3 puntos porcentuales más que las inflacionarias. Los mercados paralelos cuestan 2 puntos en la tasa de crecimiento. El déficit fiscal implica un lastre de 1,5 puntos, mientras que el cierre comercial detrae 1,5 punto.
Por lo tanto, un futuro mucho mejor es posible. Subirse a este sendero de progreso requiere abandonar el manual de política económica cortoplacista para tomar el conjunto de políticas consistentes con el crecimiento de largo plazo.n
*Economista jefe de Fundación Acordar.

FUENTE: Publicado en Perfil - http://www.perfil.com/contenidos/2014/11/15/noticia_0005.html?no_mobile_check_var=true
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